lunes, 1 de octubre de 2012

Él no es

No lo dijimos, pero sí que lo pensamos...

- ¡En la vida!, ni que estuviera loca...
- ¡Jamás! Ni pensarlo ¿Estás bromeando, no?


La mayoría de mujeres, suelen esperar al indicado, a su príncipe azul, al de frondosa cabellera y garbo elegante. El que con su espíritu de macho ejemplar, haría doblegar nuestro carácter, y llenaría de rosas nuestros jardines, acompasando nuestros pasos y desvistiéndonos del aburrimiento y de la rutina. Sin embargo, este tipo nunca llegó, o quizás se pasó de largo.
En fin, da igual, seguimos a la espera porque nosotras sabemos, "que ha de aparecer"

Y aunque esta idea caducó hace más de 100 años, seguimos pensando así de retrógrado.
 ¡Cuidado chicas! No nos engañemos, sabemos que suele ser así. O al menos lo era, hasta que llega : "él" . Quien con solo verlo nos dijimos: "no es"


Este tipo, que sin poseer un aspecto 100% varonil, nos viene acechando, piropeando, e inclusive, su atrevimiento llega a tal grado que intenta "conquistarnos". Asume que con un par de frases a lo Ricardo Arjona como; "acompáñame a estar solo" o la típica de Alejando Sanz: "amiga mía". Se posicionará en nuestras emociones y pensamientos. Sin embargo, a pesar de toda su audacia e impetuosa falsedad, nosotras seguimos pensando que él "no es".



A Rocío le pasó algo similar, su prototipo de hombre estaba definido por cosas básicas, tales como : trabajador, amante del cine, buen compañero y hogareño. Cosas simples, ¿no?. Pues, ¡no!


En la actualidad son pocos los hombres que gozan al ver una función en cine. Y el punto aquí, no es la película a proyectarse, sino, el compartir momentos. La idea era ceder, y su pareja lo hacía. Ella sabía que Martín no era su tipo ideal, y el mensaje que tuvo con él desde un inicio fue ,definitivamente: "no es". Pero como lo digo, inclusive, desde post anteriores, el tiempo y la rutina juegan un papel importante en las relaciones y ésta no fue la excepción.

Estudiaban juntos, así que verse no era un problema. Sin embargo, la distancia de sus hogares, sí. Pero, ¡vamos! que existen los taxis, el tren eléctrico y el metropolitano, no? Usualmente, ella aceptaba salir con Martín porque le resultaba gracioso. Y él tan coqueto o "galante" la deslumbraba cotidianamente. Asimismo, no podemos negar, que Rocío ya empezaba a sentir algo por él, un sentimiento inexplicablemente cautivador, hasta el momento "indefinido" o, mejor dicho, negado.

Rocío, no sabia que le podía haber visto: si su garbo varonil  o su pasión por la literatura (cosas inexistentes) Así que asumió que el amor por el cine de Martín era, extrañamente, una coincidencia en ambos. Lo cuál resultó ser fructífero en él, habilitando la opción de visionarse juntos, o al menos, por los futuros 30 días.

Y así, llegó el día esperado: el de la declaración o sentencia para algunos , por el compromiso que a merita el asumir una relación. No fue necesariamente un viernes otoñal, con la caída de las hojas al estilo de Venecia o París, fue más un lunes de lentejitas. Similar a los primeros días cansados y odiosos de la semana.
Sin embargo, digamos que fue "lindo", o eso era lo que debía de ser, así que lo fue.

Rocío aceptó el compromiso, y el reto que implicaba aquello, pues pese a no ser su tipo y tenerlo bajo pensamiento jurado de : " no es" Estaba casi escrito, que no llegarían ni al mes.

-¿Se podría asumir que en ella la relación fue tomada con ligereza? -
Yo creo que sí. Aunque suene a una disyuntiva al ser ella, una mujer latina, tierna y soñadora , lo era. Su actitud fue de levedad, un estado de simpleza.

¡Ojo! Cuando mencionamos el término: "ligereza". En nosotras, a diferencia de los varones, recibe una connotación distinta. Solemos relacionarlo con sentimientos que avanzan poco a poco, generando  un resguardo o escudo protector para no ser dañadas. Sin embargo, seguimos queriendo, y a la misma intensidad que ellos, pero con un mensaje que te sigue diciendo, una y otra vez: él no es.

Siendo así, que empezara la relación de Rocío y Martín. Pasando, primero, la prueba de los 30 días hábiles. Y resultando él, sorprendetemente, halagador y complaciente. Para luego volverse, después de un año, en un hombre sedentario, celoso, posesivo y " no amante del cine". Así es, como lo leen, a Martín ya le dejaba de importar el "ceder" o compartir gustos ajenos. Y ella tendía a caer en la rutina, reafirmando su primer mensaje en él : no es para mi.

A diferencia, de muchas, Rocío era del tipo que habla sin tapujos; diciéndote cosas, que catalogadas, inclusive, por las más expertas en la materia, no se deben de decir al sexo opuesto. Pero ella lo hacía
. ¡Sí señores!, lo hacía y le gustaba. Pues esto la libró de muchos imberbes y malándros, que aparentando ser alguien alucinaban poder engatusarla  Así que dicho y hecho, ella le dijo todo, incluyendo su absurda posesividad y desamor por el cine.

Él sorprendido y poco crédulo, asumió su sinceridad como desfachatez, mencionándole que conquistada ya estaba. -Graso error, ¿no?- Ninguna mujer es conquistada  "completamente", buscamos consciente o insconcientemente ser seducidas, galanteadas y admiradas "siempre". Obviamente que por nuestra pareja, no por terceros; ellos, aburren. Pero nuestro hombre, no.

Fuerte y decidida, Rocío le comunicó que estaba en tarjeta roja; y que si seguía así, muy a pesar suyo, ella se iría de su lado. A Martín la noticia le causo gracia, pero al ver la fiereza y convicción de ella, se le entumeció el alma y la idea de perderla era " inconcebible". Por otro lado, Rocío también fue puesta en aviso, pues la relación es de dos, y tanto él como ella deberían de: ceder, compartir, conquistar y validar su amor. Así que poniéndole punche a la relación, ambos decidieron hacerlo.

Esta extraña, pero grandiosa pareja, con desavenencias y gustos sin "nada en común"  superaron aquel otoño de sus vidas. Y pese a que sabían que se les avecinaba el invierno, siempre recordaban la primavera en que se conocieron y la revivían constantemente  Siendo ese el amor, que sin "saber, ni suponer" si ambos eran los ideales, fueron cambiando sus prototipos y estereotipos para compenetrarse.

Esta historia es real, me la contó Rocío. Y ella, en la actualidad sigue amando el cine, pero soy yo quien la acompaña, y Martín quien, mientras, cuida al bebe.













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